La Asociación Argentina de Trabajadorxs de la danza - AATDa cuestiona el falso debate que se instala en los medios de comunicación en relación a los formatos laborales del sector danza
Desde hace días, y a raíz de la renuncia de la Directora del Ballet Estable del Teatro Colón Paloma Herrera, el tema de los formatos laborales en las compañías oficiales de danza se ha puesto en debate en medios de comunicación y en parte de la comunidad de la danza.
La precarización laboral en los cuerpos estables oficiales es una situación recurrente. Sin embargo, el Ballet Estable del Teatro Colón es un caso particular. Esta compañía (la primera de carácter oficial del país) hoy contiene a sus trabajadorxs en diferentes formatos laborales: planta permanente y contratos temporales -algunos duran una temporada, otros duran años y otros incluso décadas, fomentando la precarización laboral-.
A raíz de las declaraciones vertidas por la ex directora del cuerpo y algunos medios de comunicación, se desprende una mirada estigmatizante en relación a la estabilidad laboral de lxs artistas, dando a entender que lxs trabajadorxs pierden por ello calidad y excelencia profesional. Asimismo, se desprestigian las organizaciones sindicales encargadas de la defensa de los derechos laborales, dejando entrever que cuando lxs trabajadorxs se organizan, la calidad de su tarea se vería disminuida.
Dichas afirmaciones no sólo distorsionan la realidad, sino que reproducen discursos neoliberales que abren camino a más precarización. Para poner en contexto la problemática actual del Ballet Estable del Teatro Colón hay que remontarse a varias décadas atrás y analizar profundamente el problema. Durante años, la compañía (y todas las compañías oficiales de nuestro país) gozaban de un derecho adquirido en torno a su jubilación especial acorde a la actividad. Esta legislación, permitía a lxs bailarines jubilarse con 40 años de edad y 20 años de aportes. Durante el menemismo, estas jubilaciones fueron eliminadas considerándose “de privilegio”, retrocediendo en derechos y obligando a lxs trabajadorxs a retirarse a los 60/65 años. Independientemente de decisiones y propuestas artísticas donde bailarinxs pueden continuar en escena en diferentes roles o cumpliendo tareas valiosas dentro de la compañía teniendo en cuenta su conocimiento y experiencia, si nos circunscribimos estrictamente a su situación previsional, la realidad es que quienes realizaron una carrera profesional como artistas intérpretes merecen una jubilación digna y acorde a su tarea.
Sin embargo, a pesar de varios e infructuosos intentos parlamentarios, la ley de jubilación 20/40 de lxs bailarinxs no ha sido recuperada. La iniciativa tampoco ha sido promovida por las últimas direcciones de la compañía, dentro de las cuales se encuentra la de Paloma Herrera, y así muchxs bailarinxs son contratadxs año a año para cubrir las necesidades del cuerpo estable. Es así que se da una convivencia de instancias precarizantes en todos los planos del funcionamiento de la compañía: tanto para quienes no pueden jubilarse con salarios dignos, como para quienes no pueden acceder vía concursos a puestos estables. Esto da como resultado una duplicación de costos para el Estado que al tiempo de pagar los salarios correspondientes a todxs lxs bailarinxs de planta, también debe contratar trabajadorxs de manera precaria.
Por ende, la idea que se ha difundido en referencia a que lxs bailarinxs mayores de 40/45 años se niegan a retirarse impidiendo el ingreso de jóvenes al cuerpo, es falsa y tendenciosa. Por el contrario, la problemática debiera reformularse planteando posibles vías de solución a sus causantes reales, sosteniendo una mirada crítica y con perspectiva histórica en relación a las condiciones laborales en las que se desarrolla la actividad en nuestro país.
A la cuestión jubilatoria se le suma el contexto general local, en donde los puestos de trabajo para trabajadorxs de la danza son escasos. Se circunscriben a unas pocas compañías oficiales y mayoritariamente al trabajo informal sostenido fuertemente desde el propio sector de manera autogestiva. Por ende, los espacios de estabilidad laboral para trabajadorxs de la danza donde se garantizan derechos básicos como el trabajo registrado, las vacaciones, ART y aportes jubilatorios son extremadamente valiosos. Además de lo estrictamente laboral, los espacios estatales de cultura tienen la importante tarea de promover y difundir las artes. En este sentido, los actuales debates acerca de la “excelencia” o las posibilidades de trabajo en estos espacios, también apuntan a un desprestigio de los mismos y sus trabajadorxs, y pone en evidencia las falencias de las políticas culturales. Por todo esto, debemos defender a dichas compañías y teatros.
¿Acaso el trabajo se vuelve menos eficiente si se garantiza la estabilidad laboral de lxs trabajadorxs? ¿Podríamos afirmar esto en relación a otras profesiones? ¿La precarización determina la excelencia? ¿Cuáles son o deberían ser los objetivos de las compañías estatales y de sus miembrxs? Es inminente profundizar el debate y desterrar estos malintencionados y provocadores dilemas planteados.
En el último tiempo y en el marco de la pandemia, gestiones de gobierno de diferentes territorios de nuestro país han deslegitimado y atacado a cuerpos artísticos oficiales despidiendo trabajadorxs y caracterizando de forma violenta al “empleado público”.
Fue el caso del Ballet de la Provincia de Salta, donde se decidió realizar un concurso abierto en el contexto de emergencia, cuyo resultado dejó sin trabajo a miembrxs de la compañía -que venían reclamando mejoras laborales- y quienes sacaron puntajes elevados incluso luego de un año de entrenamientos en confinamiento. De modo similar, en el Ballet Contemporáneo de Tucumán, tras días de lucha se logró la reincorporación de lxs colegas despedidxs, así como también de quienes ingresaron a través del concurso.
Tanto el debate acerca de los modos de trabajo en las compañías estables como el de la situación previsional de lxs trabajadorxs de la danza, es urgente. Necesitamos abordajes integrales que comprendan las particularidades de cada caso, sin perder de vista la magnitud del conflicto de fondo. Creemos que es posible y necesaria una legislación abarcativa que resuelva los problemas previsionales de lxs trabajadorxs de la danza y las artes del movimiento. El proyecto de Ley de Jubilación para bailarinxs del Teatro Colón fue presentado múltiples veces perdiendo estado parlamentario por falta de voluntad política, al igual que la más reciente Ley de Jubilación para Compañías Nacionales y el proyecto histórico de Ley Nacional de Danza.
Es imprescindible descartar la idea romántica que vincula al arte y a la tarea de lxs artistas a un plano de lo inmanente y lo no terrenal, y entender que como trabajadorxs de la cultura tenemos derecho a condiciones de trabajo y jubilaciones dignas, independientemente de que nuestra tarea implique una relación directa con el mundo de lo creativo, imaginario y poético.
Defenderemos siempre la excelencia de nuestros cuerpos artísticos estables y a cada unx de lxs trabajadorxs de la danza, su profesionalidad y aporte al patrimonio cultural de nuestro pueblo. Sin embargo, argumentar a favor de la excelencia nunca puede ser mediante la reivindicación de la precarización laboral, el abuso de poder y las amenazas; situaciones que lamentablemente no son aisladas.
Será un desafío colectivo encontrar los mecanismos para garantizar el mejor desempeño profesional, y al tiempo, garantizar las condiciones justas de trabajo y marcos jubilatorios que dignifiquen la tarea de lxs artistas trabajadorxs de la danza.